lunes, 20 de septiembre de 2010

Ya paso la fiesta por la Independencia y el tan llevado y traído bicentenario, mucho se dijo sobre la forma en cómo se iba a festejear, que si el gobierno se vió muy pichicato, desorganizado y poco visionario en su propuesta para celebrar; otros, los que de a tiro han perdido la esperanza, soltaron toda la hiel y se preguntaban con qué objeto festejamos en este país cada vez más pobre, violento y desigual; otros, de plano, no comentaron nada.
Pues si hubo fiesta, misma que terminó en una especie de bacanal generalizada. En la reducida manzana donde vivo hubo de todo, desde una señora que decidió "reponerse" de la borrachera en el arroyo de la calle y ahí sin más se tiró a echar un coyotito; más adelante, en un edificio vecino, una fiesta, esa si una orgía en toda la extensión de la palabra, donde un par de señores se daban amor  frente a un eufórico público que celebraba cada beso y embestida con las ventanas bien abiertas y a la vista de todos; bolitas de adolescentes en las esquinas que terminaban la fiesta a gritos emulando el "viva México" del gobernador; automóviles que pasaban a muy alta velocidad y a veces en sentido contrario.
De que hubo fiesta, la hubo, ruidosa, con mucho licor de por medio, más de diez minutos de pirotécnia, harta seguridad y gente "mitotera" que venció el miedo y se fue a dar el Grito a la plaza de armas. Aguascalientes y sus más de 600 mil habitantes teníamos ganas de festejar, aunque la verdad no sabíamos muy bien qué, ni por qué y sobre todo no sabíamos para qué. Pero festejamos que chi..., y nos pusimos bien borrachotes, y el tequila inundó las calles de la ciudad, y hubo orgías y señoras que decidieron dormir en el arroyo de la calle y niños y niñas con caritas pintadas con los colores patrios, y padres y madres que trataban que sus hijos no conozcan, todavía, tanta violencia, desigualdad, pobreza, tanta miseria.